No obstante, todo se detuvo un día. Era como un gran barco que estaba listo para zarpar y dar la vuelta al mundo cargado con provisiones de todo tipo -desde champán hasta agua mineral, desde quesos hasta dulces, desde vinos de Borgoña hasta caldos australianos; en resumen, listo para permanecer para siempre en el mar sin tener que hacer escala en ningún puerto-. Y sin embargo, en un momento, stop. Aquel barco había encallado, y con tanta fuerza, a tanta velocidad, que era imposible sacarlo de la arena. No iba ni hacia adelante ni hacia atrás: al igual que su vida, estaba inmovilizado.