Medís tu acrobacia y saltas.
Tu secreto es la suerte del principiante, no puede fallar.
Alguna vez, quizá se te va la mano
y las llamas en pena invaden tu cuerpo
y caes en manos del Ángel de la Soledad
y él, ¡gracias a Dios!, tampoco cree en lo que oye.
Ángel de la soledad y de la desolación
preso de tu ilusión vas a bailar, a bailar, bailar!